Algo que hacemos de manera automática, sin ni siquiera darnos cuenta, pero que es vital para nuestra vida: respirar. Aunque no siempre lo notemos, para mí, hacer respiraciones conscientes se ha vuelto una práctica indispensable en mi día a día.
¿Sabías que respirar de manera profunda y consciente nos puede ayudar a:
- Relajar cuando todo está alborotado.
- Mantener la calma incluso cuando el estrés intenta colarse.
- Ser más consciente del presente, de lo que estamos haciendo aquí y ahora.
Yo lo hago cada mañana al meditar, y cada noche justo antes de dormir. Mi ritual nocturno es muy sencillo, pero efectivo:
- Me pongo mi pijama más cómoda (¡lo primero es la comodidad!).
- Encuentro la posición en la que sé que me voy a dormir mejor.
- Cierro los ojos y respiro de forma normal.
- Me concentro en cada respiración.
En cada inhalación, imagino que recibo calma y tranquilidad. Al exhalar, visualizo que todo lo negativo, las preocupaciones y esos pensamientos que no me sirven, se van. Y así, poco a poco, me voy quedando dormida más rápido.
Eso sí, confieso que a veces, después de unos segundos de paz, me disperso y empiezo a pensar en cosas como… ¿la inmortalidad del cangrejo? Pero, lo importante es que cuando me doy cuenta, vuelvo a centrarme en mi respiración.
Es increíble cómo algo tan simple como respirar puede transformarse en una herramienta poderosa para relajar la mente y el cuerpo.
With love, Ana.
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